PALABRAS DE BIENVENIDA DEL PROFESOR ÁNGEL MADRIZ

En la presentación de los nuevos libros
Publicados por el
CONSEJO DE PUBLICACIONES DE LUZ
En acto celebrado en el MACZUL
el seis de diciembre 2011

Ante la fugacidad cotidiana, la trascendencia del libro

Señores del presidio. Apreciados autores. Público que hoy nos acompaña. Amigos y amigas. Señoras y señores. Buenas tardes.


El Consejo de Publicaciones de la universidad del Zulia  siente hoy, nuevamente, un profundo regocijo y les da las gracias por permitir compartirlo con Ustedes. Tener la oportunidad, hoy como siempre lo hemos tenido a la luz del surgimiento de nuevas obras, de hablar sobre ellas, me situó en un lugar en donde la reflexión se inclinó del lado de un discurso que me permitiera explicarles como dijo Jorge Luis Borges –ese extraordinario escritor que anduvo por nuestros pasillos universitarios sin que lo notáramos y terminó por aprender a morir, como él mismo lo dijo, a pesar de su Buenos Aires tan lleno de música que llega al corazón-, que “dentro de todos los instrumentos inventados por el hombre, el más asombroso es el libro; todos los demás son extensiones de su cuerpo… Sólo el libro es una extensión de la imaginación y la memoria”, de allí que en él reposa toda la sensibilidad, el amor, la inteligencia, la creación, el dolor, el odio y la indeseable destrucción, porque él, es la vida y vida de lo que hemos significado como civilización y barbarie; es permanencia dentro de esta era de fugacidades escapadas dentro de las redes intrincadas de la virtualidad. Borges no lo avizoró de esta manera, o al menos no lo manifestó para no angustiarnos, porque sus libros nos acompañaron a pesar de la Internet y sin tomar en cuenta esos paralelos medios de llegar a la presencia de sus congéneres. Es que simplemente concluyó, como lo hemos hecho nosotros, que el libro en su forma más genuinamente vivencial compartía, en su presencia objetual, su existencia hecha de páginas, lleno de hojas, adornado de papel y convertido en misterio de talleres, en esplendor espacial de lomo brillando al mundo desde su nombre, el que se ganó por ser un desprendimiento de nosotros. ¿Cuántas veces, para acercarnos un poco a esta realidad en donde el libro permanece como referente irreductible, no hemos sido provocado cuando al entrar a un espacio –en bibliotecas de universidades o del hogar, simplemente-  somos impulsados por su existencia multicolor, a través de la cual nos identifica con autores, épocas o simplemente con lugares? Si, desde los estantes en donde vive una existencia diversa y silenciosa, aunque se actualizan en rostros definidos, realidades llenas de voces, lugares únicos en su historia y particularidad.
   Algo a lo anteriormente descrito me ha acompañado desde la niñez, cuando el libro se hizo en mi solidario y más recurrente compañero. El que me enseñó a batirme a duelo con la soledad y contribuyó a reconocerme en el amor a la mujer que,  hoy tiene rostro, nombre e historia definitiva. Gracias al libro le he ganado algunas batallas a la tristeza, he conseguido ciertas formas de libertad, me ha sido posible realizar la mágica travesía que todo universo espera de sus seres, y lo más extraordinario: gracias a mis libros, los que tengo, los que he perdido y los que esperan por mí, gracias a momentos como éstos, cuando es posible verlos surgir e inventariarnos a partir de lo que tratan de decirnos, he podido resolver la ecuación en la que felicidad es igual a libertad. El libro hace posible que por momentos seamos absolutamente libres y completamente felices. Claro, también nos recuerda que desde este estado al de la represión y la infelicidad sólo existe una variable: el silencio irreversible. El libro entonces es, en síntesis, el bártulo indispensable para conjurar el fracaso, porque él no conduce de la mano hasta ese espacio en donde el autor nos mira para hablarnos entre sus líneas y hagamos posible un diálogo a partir del cual se registra el mundo, se le ausculta y se le convierte –al menos es la intención- en el espacio que más hemos deseado. No puedo olvidar por lo tanto ese azul -de Manrique, Garcilaso o Quevedo, que la Editorial Espasa Calpe puso en nuestras manos desde su Colección Austral; o el verde intenso del Unamuno de la Tía Tula de la editorial Salvat; o el Rojo que Planeta tanto utilizó para hacernos llegar lo más clásico del Marxismo; es imposible que podamos olvidar el blanco de Lossada, con el cual leímos a Neruda, Ciro Alegría y Arguedas; cómo recuerdo la policromía universal de Emecé y Bruguera, en fin, colores y autores que hicieron del libro una posibilidad de convivir el universo. Son muchos los colores, son muchos los autores, son muchos los libros, pero es una sola la verdad: poder ser realmente libres y soberanos. Es esa la razón por la que el libro, históricamente, en los momentos de crisis política intenta ser proscrito por el poder omnímodo. Nosotros, en este momento, celebramos su reproducción, su multiplicación, su trascendencia.
    El Consejo de Publicaciones quiere hoy, como siempre reconocer la importancia del libro en la importantísima tarea de reforzar la perennidad del ser humano. Y es que en un momento en donde lo fugaz hace acto de presencia desde múltiples escenarios, en donde la palabra, en su manifestación originaria es sustituida o relegada por lo urgente y convertida en red virtual, en sonido digital o simplemente en pantalla transitoria, el libro impreso hace su acto de presencia y nos recuerda cuán esencial es la permanencia, el reposo y la memoria permanente. Sólo ella nos da la oportunidad de no ser sustituidos sin ser reconocidos. Ya Cervantes, en su Don Quijote nos lo dijo. La realidad sólo puede ser comprendida y por ende transformada si la miramos y la reconocemos íntegramente en su proceso de discurrir. Es decir si nos despojamos de nuestra cordura convencional que todo lo paraliza. Libro de locuras que son corduras al margen del poder que todo lo consume.
    Pero si el nacimiento del libro es necesario celebrar, debemos celebrar también el trabajo de ese equipo que hace posible que lo tengamos entre nosotros. La Universidad. Esa que nunca duerme. Esa que siempre sueña. La que vive del aire que respira su gente. La única y real universidad con la que podremos superar las limitaciones coyunturales de la mezquindad y la medianía. La tan imbatible universidad que siempre ha vencido las sombras. Mi universidad que me enseñó a descubrir que un libro es más fuerte que cualquier muro, que cualquier crisis, que cualquier desesperanza. La universidad de todos los siglos y todos los límites.
    Celebremos también que dentro de los espacios universitarios, a pesar de las cadenas, a pesar de los candados, a pesar de los cauchos ardiendo, a pesar de las colas, a pesar de las soledades inseguras, a pesar del polvo, a pesar de las carencias cotidianas, contamos con mucha gente que, en pocos nombres, nos permiten expresar la diversidad del conocimiento universitario. Vaya mi agradecimiento a los autores, quienes confían sus ideas, sus reflexiones, sus hallazgos a nuestro deseo de hacer bien las cosas. Por los autores y sus desvelos, por su desprendimiento, un abrazo y profundo reconocimiento. A mi equipo del CPLUZ:

    A Luisa Arrieta,  a quien lee, que lee, corrige que corrige. A quien dice dónde van y no deben ir  los conectivos, a quien facilita el estilo y agiliza la expresión. A Luisa y su eterna compañera, la música.

    A Janniellis, a quien vigila las plantillas, los formatos, las imágenes…a ella tratando de encontrar el mejor color, la letras imprescindible. A ella en toda su manifestación de portadas, afiches, marcalibros, a pesar de  mis indecisiones.

    A Eneidis, quien nos lleva y trae en las pocas fuentes que nos difunden, a quien escucha y recibe negativas y sus justificaciones, la que no se rinde ante  las lamentaciones de los potenciales coeditares.

   A Beatriz, a la que hace posible el sacudimiento rutinario, la que busca el perfil más cercano al comprador, la que habla y piensa la forma de salvar algún obstáculo en donde la carencia es tangible.

    A Julio César con su permanente formato de salida, con su insustituible catálogo, con su infaltable lista de precios y autores, con la espada de Damocles que es acomodar y desacomodar  el inventario.
 
    A Jeeleen por ser ella la nueva cuidadores de presupuestos, facturas y cuentas que tanto nos atolondran y nos impiden ver bien las reales cuentas de las páginas a editar.
 
    A la profesora Xiomara Arrieta por convertirse en autora y por entender que más allá de la publicación de un libro está el minucioso trabajo de hacerlo posible, a ella por ser un apoyo.

    A la profesora Judith Aular, a la Vice, por darnos libertad para crear una alternativa editorial, a ella porque ha confiado en nuestro juicio, porque nos ha permitido ser trabajadores al servicio de nuestra universidad.

    A todos ustedes, porque son la razón y ser de todo libro que nace. A todos, Bienvenidos y Gracias.