¡Oh la tiranía, oh la libertad!
Ángel Madriz
Todo el mal que puede desplegarse en el mundo se esconde en un nido de traidores.Francisco Petrarca
Toda tiranía es innegablemente cruel. Es
decididamente despiadada. Es intencionalmente represiva. Pero al final, en lo
más íntimo, es cobarde y como tal, es sádica, inmoral, burda, corrupta. En
síntesis es criminal. Se impone siempre a través de la traición porque sólo la
mentira y la farsa la animan frente a la realidad. No hay decoro entre los
traidores que la integran. Su código es el asalto, su cuerpo es la gavilla y su
principal instrumento es la violencia apertrechada en el abuso, el atropello y
la impunidad. Es que la tiranía se sustenta en el poder degradado por la
ambición que despiertan los oropeles de las monedas y las bacanales ante las
cuales se celebran su acumulación desenfrenada, orgía típica de quienes se
alían para agredir, sin pudor ni escrúpulos. De hecho, entonces, toda tiranía
es delincuente. Merece la pena del exterminio por quienes creen en la libertad,
la dignidad y están, de verdad, convencidos de que es una gran mácula en la
transparencia de todo futuro noble y lleno de sueños.
En Venezuela, la tiranía se ha expresado en
todo su vigor. Su músculo está tonificado por la indiferencia cómplice de la cultura
occidental. Más aún, ella ensaya sus ejercicios para instaurarse en todos los
confines. Es que su carta de presentación es ya el aval que imponderablemente
actúa sin obstáculos civilizatorios. Más de veinte años convirtiendo a su
población en desposeídos hambrientos, enfermos y torturados por la realidad
llena de oscuridad, sequía, represión y muerte, libérrimamente y sin muestras
de que existe un contrapeso en el mundo que los limite en su propósito de
oscurecer la alegría. Mi pensar en acciones efectivas
Nunca la tiranía
podrá reconocerse como perversión. Jamás la tiranía podrá aceptarse, ante la
cultura, como una vergüenza para quienes aman la libertad en muestras de
trabajo creador, el ascenso espiritual y el amor o la bondad humanos; en ningún
momento tirano alguno, conjuntamente con su séquito de tiranillos vulgares y
cobardes, podrán concebirse como la expresión de la podredumbre, la antítesis
de la felicidad, el bienestar y el progreso. No podrán hacerlo porque en sus
almas y mentes está instalado el mal, la oscuridad, la crueldad, la ignorancia,
la depravación y toda la bazofia que a ellos, como carroñeros de
oficio, los identifica dentro de un aquelarre en el que se desempeñan
como personajes hechos de la peor estirpe, esa que aún subsiste contraria a la
grandeza, el respeto, la diversidad y la
dignidad. Su concreción más típica es el comunismo vomitado por Marx y sus
exterminadores revolucionarios. Si no, veamos los bailes de Maduro, las risitas
de J. Rodríguez, el cinismo de Tarek Saab, las mentiras de Delcy, las abyectas
torturas de Diosdado, las burlas de Tareck el Aissami, el mediocre ateismo de
Elías Jaua, la vergonzosa traición que nuestro ejército ha experimentado al
aceptar la reverencia de Padrino López ante el Castrismo y las dolorosas y
espeluznantes cifras (330.000 venezolanos) de muertos que durante estos
veinte años ha sufrido muestro país. Todo, para saquear una nación, para
ejercer un poder, para desplegar odios, implementar resentimientos y
esparcir cual ántrax ideológico la virulencia del comunismo. Cercando los
sueños y extinguiendo el bienestar universal. Mientras, la cultura
contemporánea, los representantes de la libertad, los abanderados de la
justicia, los defensores de los derechos universales, los insignes vigilantes de
la felicidad, en oriente y occidente, desde el norte y desde el sur, despliegan
sus retóricas, se refocilan en poltronas y estrados, venden sus solidaridades
desde los tonos de múltiples micrófonos al mismo tiempo que ensayan sus
propuestas maquilladas por el brillo de sus políticas. Ningún tratado, ninguna
acción, ninguna decisión que pueda poner en riesgo sus aquilatadas
comodidades globales. Perdonen pero la soberanía les termina siendo más
importante que un ascendente genocidio en un vulgar paisito limítrofe del
Mar Caribe. Y es que Thomas Paine tuvo razón cuando nos dijo que "Los que
esperan cosechar las bendiciones de la libertad deben, como hombres, sufrir la
fatiga de apoyarla", peto llevamos veinte años sufriendo. Puede que cuando
menos lo pensemos, cuándo la podredumbre hiera el olfato de
nuestros vecinos", cuándo la bazofia sea un asco
en las calles de los amos del poder territorial, entonces sabrán que hubo
tiempo. Mientras sólo invoco, mañana-tarde-noche, todos los días, el
poder que está más allá de cualquier frontera y por encima de cualquier bono cambiable en la bolsa internacional y dice: