martes, 26 de abril de 2011

Tríptico rotativo

Antípodas correspondientes

Ángel Madriz

Mirad cual amistad tendrán con nada

El que en todo es contrario de sí mismo.

Francisco de Quevedo

1

De héroes, amigos y espadas. Un sainete bajo la manga. Los tres primeros meses de este año fueron estremecidos por la rebelión de millones de africanos, quienes impulsados por nuevas aspiraciones para asumir el presente, decidieron irrumpir contra una camada de gobernantes, que desde las más alienantes ópticas para concebir el ejercicio del poder, se habían apoderado de los derechos de millones de congéneres para hilar la historia a partir de un copioso y perpetuo despliegue de represión, mientras las marcas de un despotismo macerado en ego registraba la insania de unos regímenes cuya permanencia ha sido justificada durante los últimos veinte, treinta, cuarenta y hasta cincuenta años, por una precaria y elemental argumentación esquizoide medianamente comparada a la de los más acendrados tiranos de la historia universal del despotismo. Si después de toda una vida encuentran estos turbios y adocenados personajes, que en los confines de sus toscas madrigueras políticas existe una vertiente renovada de personajes opuestos a sus ominosas prácticas gubernamentales; si cuando comienza a aquilatarse el siglo, con sus rítmicas y dramáticas manifestaciones terrenales alumbrando un porvenir que impone nuevas conquistas para redefinir la libertad –el hombre se renueva cuando la tierra se autorregula-, los discursos activos de irrespeto a la modernidad y la diversidad, repetidos sistemáticamente en los espacios de la perpetuidad dinástica, comienzan a dar paso a nuevas retóricas, cuya semántica es la acción irreversible del desacato, de la emergencia, de la reversión. Así entonces lo que comenzó siendo un espacio para el inconformismo, devino en acto social y se impuso como una semiótica de la subversión. El caso de Egipto puso a prueba la decadencia de un régimen que se mantenía en el poder por obra de acuerdos geopolíticos internacionales que, en su justo momento se encontraron con la sabia razón de un pueblo que buscaba su protagonismo en los espacios de la libertad. Con la renuncia de Mubarak y la inevitable diseminación de los aires libertarios entre sirios, jordanos, tunecinos, argelinos y demás vecinos en estado de sublevación, el talante genocida de Muamar el Gadafi se cataliza y un miedo ancestral a la justicia lo desnuda ante el pueblo que lo ha soportado por cuarenta y dos años decidiendo su destino, impulsándolo, como todo buen cobarde, a desplegar las fuerzas de su poder desproporcionado y lanzar sobre él una ofensiva militar que en nada se diferencia de la más rancia actuación del poder imperial en sus mejores momentos. El mundo asume la perorata que oculta además de su cobardía, ese cultivado gusto por los dólares que caracteriza a todo advenedizo entronizado en los resquicios del poder absoluto con la ayuda de los cadáveres que en su justo momento, hoy, tratan de mellarle el filo de la autosuficiencia. Queda el humo de algunos bombardeos que tratan de mostrarle el nuevo equilibrio en donde nada el terror a los kamikazes y suicidas modernos, que para los imperios es una consecuencia más del negociado al que no deben sucumbir. Y para variar, desde el podio mismo de la complicidad, surge la voz engolada y estertórea del donador de espadas, carraspea un reflujo de desórdenes intemperantes, inculpa cualquier aire diferente a sus seniles bravuconadas para convertir en ángel redentor a ese petulante, narcisista, sátrapa y déspota dictador libanés.

Y mientras la espada de Bolívar es empuñada, más allá del Chimborazo, para exterminar la disensión, la otredad, la diversidad, en nuestros predios la lucha es por la razón a tener un país en donde no se monopolice el derecho a pensar libremente, en donde no se aliene el concepto de libertad, en donde no se estigmatice la aspiración a vivir en plenitud –tener trabajo, tener buenos salarios, tener una vida cómoda, tener sistema moderno de salud, tener universidades para todos, tener liceos y escuelas íntegras, tener seguridad para vivir-, en fin, una lucha por la consecución de un país en donde todos seamos respetados, escuchados, atendidos y no tengamos que cocernos los labios, languidecer en huelgas de hambre, ser apedreados por los que en antaño defendían los mismos derechos, exponían los mismos argumentos, aspiraban a las mismas reivindicaciones, vislumbraban los mismos sueños…Sin pañuelos rojos, sin carpas orientales, si patria o muerte, sin comandante presidente, sin interventores de juzgados y notarías, sin milicias partisanas en cada escuela, sin diplomáticos envilecidos y herméticos de pasado, sin eso que suele llamarse revolución y que no es más que un saludo devaluado al arribo de la sumisión, el estatismo, el poder de la egolatría y el advenimiento de la pobreza, el miedo y el silencio. Recordemos el poder de los soviets, el segregador muro de la RDA, los suicidas balseros cubanos, los enmudecidos milenarios de la China –los de la socialista, los de la capitalista abundan en rascacielos-, no hay posibilidades de enriquecer el presente si el pasado es visto como una rémora. Dejemos que el guión del poder heredado, del estado dinástico sea ejecutado en peno mar de la felicidad y más allá de ultramar, entre aplausos y decrepitudes, rumbas y senilidades; entre un miedo a convertirse en miseria histórica y perder el dulce de la abundancia. Esperemos que baje el telón.

Rotación de 1: Resultan una muestra interesante de disociación en el miedo y por el miedo, las constantes defensas que se hacen de la creación de unas milicias venezolanas que, desde las escuelas y otras instituciones del estado, pretendan imponer, paralelamente a la educación regular, una “educación para la defensa integral de territorio y la soberanía”, cuando el país requiere que nuestros docentes tengan la oportunidad para una formación intelectual continua e innovadora, así como el acceso a una mejor calidad de vida, a partir de un replanteamiento en sus sueldos y seguridad social.






2

Alcaldesa y ciudad sin esplendor. Gobernador y ¿pacto? La dama de las palmeras y el señor de los aullidos. Protestas y más protestas. Reclamos y más reclamos. Levantamientos y más levantamientos. Parece que el fantasma del inconformismo recorre el país. El Zulia, sin embargo, camina cabizbaja, respira entrecortada, jadea, se asoma a la puerta y siente que está mal de salud, que el calor ha terminado por cansarla y hacerle daño. Ya no es su aliado. Y todo nos indica que Maracaibo está decepcionada de ser, siempre para todos, la protagonista del país occidental. Hoy acusa el recibo del sectarismo, la complicidad y el caudillismo. Toda ella es una doble vía donde está desplegado un operativo para encontrar una forma alterna de gobierno al estilo más ranciamente personal, como Dios manda. Desde su posición de burgo maestra, la alcaldesa que acomoda sus palmeras –según dicen algunos de sus asiduos “operadores políticos” o acólitos de oficio que se apoltronan, también asiduamente, en las salas de su lar- en los solares brillantes de su casa, olvida que la ciudad de sol amada requiere hoy, más que nunca, de algo más que calles y aceras, pide a gritos que terminen por convertirla en la ciudad alternativa, que más allá del regionalismo del beisbol, la gaita y La Chinita, pueda mostrar una razón de ser identificada con lo universal. De allí que estemos a punto, como ciudadanos comunes, de interferir los derroches abusivos que las caravanas oficiales suelen expresarse a cualquier hora, en cualquier sitio, sin importar la coyuntura y sin tomar en cuenta los problemas causados a nuestra cotidianidad, dentro de una rutina de huecos, violencia, sucio y anarquía. En eso compiten nuestra “Dama de las palmeras”, como suelen llamar a la ex primera dama del Zulia y el inconfundible habitante del Palacio de los cóndores, el gobernador Pablo Pérez, quien además de derrochar presencia en las ya conocidas flamantes camionetotas negras, deja constancia de su provincianismo expresivo –las marcas de su habla superan las de cualquier ser identificado con el regionalismo pacato de estos lares- a través de sus emuladoras cadenas populistas, se transforma en un extraño de viajes innecesarios (¿Perú o Panamá?, lo mismo da), cediéndole espacio a quien cambió los logros de la descentralización por un puesto en donde poder calmar el despecho de su ambición. Ggallina flaca incluida.

Para nadie es una sorpresa que en los dos últimos años el estado Zulia se haya convertido en una sombra, que haya perdido el brillo de estado disidente, para pasar a ser un reducto de sectarismo, prepotencia y mediocridad. Y todo, con la aprobación de los supuestos notables de nuestra región. Para muestra, los invito a revisar la larga o corta lita de quiénes están en los puestos de gobierno tanto municipal como estatal. Y mientras se decide en manos de cual bando quedará la mesa de de la unidad (MUD) acobijada, nuestra alcaldesa tan sólo cubre los ojos de nuestros viejitos con los lentes de la tristeza y nuestro gobernador impone, entre nasales eres y palatales enes, medallas y honores a la rancia y sempiterna ciudadanía maracucha. Las elecciones serán cosas de caudillos. Miraflores y la Basílica.

Rotación de 2: Mientras deciden nuestros gobernantes regionales quien debe ser por UNT el candidato a Miraflores, Maracaibo es hoy un monumento a la desidia. La basura, las calles rotas, la delincuencia, el caos vehicular y la anarquía en cualquier ente de atención al público son su tarjeta de presentación. Hasta la gaita ha perdido su talante pretencioso ante el imperio de la mezquindad partidista.





3

Universidad, LEU y transformación. Entre el PEI y la huelga de hambre. Siempre la poesía tiene argumentos infalibles para revelarnos, como somos y como queremos ser, ante la inminencia de la vida. Neruda decía, sin esperar respuesta alguna ni réplica para justificar la acción: “Mientras los otros se sumergen/ en la pereza, en el amor/ yo estoy limpiando mi campana/ mi corazón, mis herramientas”, y con sus obligaciones, se iba ese concepto de solidaridad para la cual escribió los mejores poemas que hoy podemos disfrutar en el solaz del confort o simplemente en las vicisitudes de nuestro inescrutable ocio. Mientras que frente a la sede del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), un grupo de jóvenes estudiantes de nuestras universidades, arriesgaban sus vidas, comprometían sus ciudadanías, ponían al servicio del país sus fuerzas para defender la libertad, la justicia y el derecho a la diversidad, en los espacios que debían ser ocupados por ellos –salones de clases, laboratorios, auditorios, facultades, escuelas, pasillos, estacionamientos- se libraba una contienda de papeles, carpetas, sellos húmedos, PDFS y otros adminículos más con los que nuevamente nuestros gobernantes hacían que el trabajo de los universitarios se detuviera en los predios del reconocimiento y su definida tarifa trimestral. En el mismo instante en que una joven de 18 años suturaba sus labios, la academia venezolana era detenida por la acción premeditada del PEI –Programa de Estímulo a la Investigación-, el cual desconocía toda una labor de registro que por varios años se realizó para reconocer el desempeño de los investigadores venezolanos y obligaba al personal académico de nuestras universidades a demostrarle nuevamente a unos burócratas desconocidos si lo que indagan, piensan y concluyen vale la pena o no. Y nuestros docentes, al pie de la letra, asumieron una obediencia que podría ser envidiada por los más siniestros autócratas de la historia universal. Paralelo a ello, entre deseos y desconfianzas, la discusión sobre una ley de universidades que pueda marcar las vías de la transformación universitaria –me identifica con estos últimos- fue relegada y se impuso lo inmediato, lo cotidiano, lo elemental.

Pienso que la real reivindicación debe ser concebida en un tratamiento integral de la condición docente, en donde lo salarial sea tan importante como la productividad intelectual tangible (libros, artículos, revistas, patentes, proyectos ejecutados y en ejecución, eventos para la discusión científica cultural artística, etc.), sean caras de una misma realidad y no facetas que se desdibujan si una es desconocida frente a la otra. Lo contrario sería legitimar la propuesta de que el docente no debe pelear por un mejor salario, sino sacrificarse ante la pira del igualitarismo. Verborragia oficial que no pondera los aportes de sus bien pagados oficiales gubernamentales.

En cuanto a la LEU, siempre lo he dicho. Ninguna ley nos asegura la universidad necesitada. Para ello debemos tener claro, primero, cual es el país que todos debemos ser, o que necesariamente requerimos. Debemos definir sin mezquindades cuál debe ser el país que en tanto tiempo, cumpliendo tales metas y con la participación honesta de todos, sea capaz de satisfacer las expectativas más esenciales de bienestar y felicidad. Para ello debe establecerse como axioma esencial, una política de concertación que trascienda la elementalidad ideológica y se ajuste, a la participación proporcional de los diversos sectores de la vida nacional. Lo otro es hacer lo que hasta ahora nos ha comprometido el porvenir, dejar que una parte del país sea la que decida hacia donde debemos dirigir nuestra mirada y en quien tengo que depositar mis esperanzas. Algo así que nos enreda, desde el sectarismo, la soberbia y el despotismo, con una historia transitada por la vía del fracaso, la tristeza y la sumisión. Sobran los ejemplos.

Rotación de 3: “La caridad es humillante porque se ejerce verticalmente y desde arriba; la solidaridad es horizontal e implica respeto mutuo”, dijo una vez el extraordinario autor de la novela La canción de nosotros Eduardo Galeano, quien dentro de su páginas hace una hermosa descripción del amor y la libertad. A propósito de ello, creo que eso de justificar, como lo hizo la dirección del PSUV a través de uno de sus diputados más imponderable, el donativo que hiciera el presidente Rafael Hugo Chávez Frías a un hospital de Uruguay, en medio de una huelga de hambre que mantienen enfermeros y médicos venezolanos por un salario justo, dotación de insumos en los hospitales y algunos otros requerimientos fundamentales, nos parece un acto de extrema soberbia y rabioso desprecio por la vida del trabajador venezolano. Para no hablar de actuaciones que para nada modelan el ideal solidario. Creo que nuestras universidades también requieren de una mirada comprometida

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