Autor: Ángel Madriz
Título: Venezuela, Itinerario de Adiós
Diseño de la portada: Edinson Castro
Dibujo de la portada: Luis González
Fecha de Publicación: Septiembre de 2020
ISBN: 9798685089472
Ediciones EDUSER
Responsable: David Madriz
Distribuye: Amazon
Prólogo
¿Por qué escribir?
Ebrahim Faría
Es la primera pregunta que Ángel Madriz se hace a sí mismo, ante la tristeza, la desesperanza y la muerte. Se interpela e inmediatamente responde. Es imposible quedarse callado. Sería como dejar de respirar, renunciar a vivir, aceptando las calamidades que ensombrecen la ciudad y el país, microcosmos al que siempre escribió proclamando sentimientos de libertad, justicia y amor.
Debo
escribir
simplemente
para no
terminar ahogado
con los peldaños de la desesperanza.
Desde el primero al último poema esta pregunta y sus implicaciones existenciales gravitan, línea a línea se asoman, se sugieren, se evidencian, denunciando, con firmeza y sin ambigüedades, la amargura que hoy envuelve a Venezuela. Acusa de este modo, señalando con crudeza a quienes se han encargado de generarla y de socavar la esperanza de toda una generación.
Están y
son engendros los que diariamente
nos
sufren y mortifican sin escrúpulos
al
espacio más flamante de siglos habidos.
Dios es un motivo novedoso en esta nueva etapa. Origen y término, alfa y omega del universo, se constituye hoy en elemento y tema central de la existencia humana para Madriz, es el numen de su expresión poética. Dios aparece como elemento esencial para discernir sobre el problema social, y sobre todo del problema humano, temática del libro en su totalidad.
Porque es el Padre de todos,
el
magno evento de los cielos y el Big Bang
quien
hace posible que no perdamos para siempre y salgamos a
liberar
el firmamento.
La interpretación y sobre todo cualquier salida
propuesta a la crisis social, moral y existencial que arrastra a la sociedad venezolana,
tiene como elemento clave la presencia omnímoda de ese origen esencial y
fundamental del ser humano.
En el encadenamiento de los poemas observamos una
lucha permanente de opuestos: muerte y sacrificio/felicidad postergada, miseria
del poder/juventud heroica.
La juventud es la representación del futuro. El relevo
generacional, germen de héroes que constituyen la garantía de la esperanza, llama que mantiene
la fe y la lucha por un país que tiene pendiente su amanecer, bajo la luz del
Creador que se proyecta en prístina libertad
Están,
estoy seguro, esperando que el sol, la luna o las estrellas
le
señale el camino inclaudicable del valor, el vicio de la felicidad
hasta
dónde tienen que lanzar sus corazones para abrir nuestro país
al
horizonte.
De este modo “Más allá de la esperanza” condensa y
esparce variados tópicos frente a los “testaferros de los sueños”, el “poder
rojo” que lacera la patria: el desarraigo, la muerte de los jóvenes en las
calles y la tristeza de ver un país humillado en la miseria.
Antología
Mi país es sacrificado
Mi país ahora, cuando esperaba ver
pasar su brillantez
escapa, huye, sufre y se avergüenza de sí mismo,
en un nudo de emociones, un remolino de
tormentos,
porque ha perdido la presencia del atado de sus
rostros
al tiempo que su cuerpo
se disloca en presencia plena
y en ausencia absoluta de su época.
Mi país es una entrega
que se hace a los testaferros
de los sueños
para vaciarlo de la nobleza de su esencia y
convertirlo
en un apéndice de la miseria.
Mi país cunde de miedo
lacera a sus hijos, quiebra su alegría, dispersa
sus fuerzas
y se dispone a perderse
entre una multitud de almas
que yacen a la espera de Dios.
Mi país siempre ha sido
un vendaval de amor
un remolino de luces
y hoy más que nunca
espera ascender al cielo
y clamar por las promesas del Padre.
Hay
un dolor
Hay un sólo dolor
que nos quebranta.
Hay una sola tristeza
que nos contamina el alma.
Hay una sola soledad
que nos ocupa la razón.
Hay una sola angustia
que nos quita la alegría.
Es estar lejos, estar ausente,
no sentirte, no descubrirte.
Pensar que estás perdida,
que no hay oportunidad
para oír tu sangre
que es la sangre fluyendo
de todo el que te ama.
Es creer que no hay esperanzas.
Es no confiar que muy allá
está hilando la red universal
quien un día, decidió
darnos la luz del interior
que es la luz de su sustancia,
la luz de nuestra tierra libre.
Hay una sola oportunidad
para encontrar su resplandor.
Es la fe que pasa el puente
al otro lado donde está su corazón.
Tierra
Lleva la huella, el contenido,
es la memoria infinita
la razón de iluminar el alma,
brindar en pleno el corazón
y permanecer erguida
mientras abortan en instantes
sus límites, sus relieves
para así poder doblegar su cuerpo
hecho con las sustancias
más sublimes en todo el universo:
el hombre que nació de sus entrañas.
Desarraigo
Cuando das la vuelta
y miras al camino,
registrando con tus ojos
lo que dejas en medio del temblor
que te recorre
y desparrama la quietud.
Cuando te despides
y le dices adiós
a tu casa, a tus calles,
a tus soles y a todo
tu país de siempre.
Cuando ya te vas
de irremisible sin vuelta atrás,
se te instala
en todo el centro de tu aire
una tristeza que no se quita
que crece diariamente
y se revienta.
Colma tus pulmones,
te acapara el corazón.
Te vuelve rancio de esperar
y te incorpora intermitentemente
el desafecto de existir.
¿Y dónde están los héroes?
Cuando
veo caer un joven, aniquilado, sobre el asfalto.
Cuando
veo estallar la sangre de un joven, como chispas
de
rojo incandescente hacia el aire que terminó de respirar.
Cuando
veo la mirada de un joven
perderse
en el temor de miles de jóvenes que se agolpan
en
las calles de mi país, bajo los cielos de mi país,
bajo
la desesperanza de mi país, bajo la tristeza de mi país,
como
buscando una respuesta entre árboles, pájaros, universo todo
para
no terminar reducidos en una ola de represión y de exterminio.
Cuando
siento el llanto de miles de madres y padres incontables.
Cuando
pienso en los corazones de mi país
latir
a un sólo ritmo de lamentos por sus hijos
y
dejar que la tristeza los obligue a pronunciar adioses forzosos
para
no languidecer de dolor y soberbias ciudadanas.
Cuando
presencio el lacerar de un rostro, la mutilación de pieles
o
el simple grito de miedo ante los disparos que como lluvia
se
alojan en las almas de los jóvenes de mi país
mientras
una neblina de silencio acalla las voces para el mundo
y
la complicidad se convierte en un acto sumiso de vulgar ideología.
Cuando
mueren nuestros jóvenes por defender el sueño de todos
me
pregunto ¿Y dónde están los héroes?
Cuando
veo los tumultos multirraciales a las puertas de las tiendas.
Cuando
veo las masas reclamar el pan, la luz o la justicia
en
filas, como borregos marcados, auscultados, hechos una masa
que
se agolpa en cada espacio de mi país para saciar
sus
íntimas y elementales dosis de cotidianidad.
Cuando
veo sus rostros sudorosos, sus cuerpos soberbios
la
esperanza de redención hecha simplemente un discurso
de
sólida hipocresía, de cínica exigencia a la sumisión.
Cuando
veo las plazas de mi país expropiadas de besos,
asentadas
de miedo, esculpidas y aposentadas por la soledad.
Cuando
veo que toda intención de pensar policromías
ha
sido reducida a la monocromática expresión de un rojo
que
hoy suplantó la pasión por el rojo miserable de la muerte.
Cuando
pienso que el poder, en mi país, es usurpación maniquea,
es
estruendo de balas, es fragor de uniformes, es terror a lo diverso.
Cuando
no hay a dónde mirar, en dónde amar o cantar
con
la libertad de nuestros jóvenes, en cualquier rescoldo de mi país,
me
pregunto: ¿Y dónde están los héroes?
Los héroes de mi país
¿Y dónde están?
Pero
no los héroes de capa, miradas y poderes sobrehumanos.
No
los que llevan barcos, aviones, armas, músculos o cuerpos indestructibles.
No
los que venían de Vietnam, Grenada, Panamá o arrasaban guerras ultramarinas.
Pregunto
por esos héroes que un día brindaban sus esencias.
Gritaban
sus ímpetus, arriesgaban sus hálitos de total vivencia
en
un impenetrable estandarte de rebeldía al espacio sideral de la utopía.
A
los que lanzaban su “¡Yanqui go home!
¡Fuera el imperialismo!”
sin
detenerse a pensar si las flores eran atropelladas por los gases
o
las calles eran tomadas por el indoblegable furor
que
salía del calor de sus mentes indignadas.
¿Y dónde están los héroes de mi país!
Aquellos
que un día decidieron que el Mayo francés, las reformas de Córdoba
y el Poder Joven o los Panteras Negras o las
FALN eran marcas de justicia universal,
la
ruta para doblegar, desplazar, exterminar al imperialismo norteamericano.
¿Y
dónde están los héroes? Mientras el imperialismo se plantea nuevas rutas,
nuevos
colores, nuevas formas de vivir, nuevas fórmulas de expansión?
¿Y
dónde están los héroes de mi país? Me pregunto en mi desolación
mientras
cualquier oportunidad de disidencia es fulminada por el poder, de facto
y
mi país, de calor frío lago río montañas llanos minas campos agrícolas
comienza
a parecerse a un cascarón abandonado en los predios de la traición.
¿Y
dónde están los héroes?, me pregunto.
Están donde solo pueden estar los héroes.
Haciendo lo que solo pueden hacer los héroes.
Pensando
lo que solo pueden pensar los héroes.
Amando
y sufriendo como solo pueden hacerlo los héroes.
Están
tragando el humo. Están teniendo unas heridas. Están sufriendo de arrechera.
Están
bregando.
Están luchando.
Están siendo
difamados.
Están siendo torturados.
Están llorando los dolores.
Están sufriendo las heridas.
Están siendo nuestros jóvenes.
Están,
estoy seguro, esperando que el sol, la luna o las estrellas
les
señale el camino inclaudicable del valor, el vicio de la felicidad,
hasta
dónde tienen que lanzar sus corazones para abrir nuestro país al
horizonte.
Siempre ellos
Para Génesis
Carmona, Bassil Dacosta, Robert Redman,Geraldine Moreno,
Wilmer Carballo, Daniel Tinoco y todos los caídos desde el 12 de febrero.
No sé si son zurdos o son diestros
Si tienen las manos suaves, los rostros tersos
o se calientan al sol y sus dedos son ásperos como la vida.
No sé si visten de algodón, lino, gabardina
o forzosamente se envuelven en lona, poliéster o se diluyen en nylon.
No sé si viven en terrazas con jardines,
comen a las mesas, respiran en balcones
o ven pasar la vida simplemente con una esperanza interminable.
No sé si viajan y experimentan países remotos
o decidieron eclipsar cualquier sueño de primera clase.
No sé si son de sangre roja, miran en azul o padecen en amarillo.
No sé
no lo sé
no podré saberlo
ni jamás podrá importarme
si comienzan el día con una dulce bocanada de aire
o se detienen al pie de la montaña para ver caer los restos de cada día.
Sólo sé que son de quince, veinte o treinta y tantos los años que han vivido
y ya han aprendido que son ellos
sólo ellos
siempre ellos han sido
quienes han convertido cada desencanto
cada período manchado por la desilusión
cualquier universo sospechoso de traiciones
en un voluminoso cuerpo de ruinas.
Ellos, únicamente ellos, firmemente ellos
en un solo combustible de rebeldía,
como una marea sólida e imbatible,
cual diversa y compacta manifestación de valentía,
ellos, sin rostro, piel o vestiduras definidas,
ellos, así, solo ellos y más nada,
mirando al final de cada poniente y sin importarles las derechas o izquierdas,
sin mirar ropajes, preguntar origen, ni identificar linajes,
sin sospechar de los cansancios, ni condenar debilidades;
ellos, siempre francos, sencillos ellos
con solo los nombres para recordarse, para nombrarse
ellos, en cualquier caída, en cualquier mutilación,
en todo brazo borrado por el negro de los humos
o cabezas estalladas por los grises de los plomos
ellos, únicamente ellos,
han sabido sembrar amores, cultivar el alma, cosechar las voces,
para entregarnos la brillantez de sus pasiones.
No sé si recogen vendavales porque han sembrado tormentas
tan sólo sé que ellos, brindan sus cuerpos, ofrecen sus sonrisas,
para que construyamos en cualquier momento la alegría.
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