lunes, 26 de junio de 2023

 Dos libros, dos momentos.

1

Notas y antologías



    Fecha de publicación: Junio de 2013

    Sello editorial: EDUSER publicaciones 
      
        Depósitolegal: lfl8520138001019 
        
                ISBN:  978-980-402-12

                      Género: Poesía

       Impresión: Producciones Editoriales

                      Mérida - Venezuela




LA MIEL AMARGA DE LOS DÍAS CALIENTES


Ebrahim Faría Reyes


Escribir poesía será siempre y necesariamente un ejercicio de libertad y búsqueda de la felicidad. Estos poemas de Ángel Madriz constituyen la manifestación de esa Intensa lucha entre los más profundos sentimientos del hombre, en la búsqueda de la construcción de la esperanza como sendero para la justificación de su presencia sobre la tierra, y la hostilidad de una ciudad y una mayoría de individuos que la habitan, empeñados en imponer a los otros una vida de tristezas y absurdas situaciones.

En medio de esa turbulencia brotan impolutas las líneas que reivindican la belleza en la exaltación de la mujer que estira su cuerpo sobre las sábanas y recuerda el amor que le regala la noche en la esperanza densa de sus incansables senos. El poema entonces es la proclamación del lenguaje en la victoria con el brillo del amor en cuerpo y alma. Es este el lenguaje que busca demostrar en la narración y la descripción del amor la más íntima explicación a la existencia del hombre y la explicación de la felicidad a través de la conjunción de los cuerpos en el correlato cotidiano.

Es la ciudad la gran protagonista del poema, detrás del devenir de los amantes. Les define el significado de su ser y les nombra, asediada de tristezas y nostalgias. Ciudad agazapada detrás de esas lluvias improntas y ese sol atormentado que se quiebra en los ojos de la mujer amada. Ciudad de olvidos y agravios, que testimonia la existencia sacrificada en las ofrendas de amor y las tormentosas derrotas ante los Inmisericordes habitantes de su lacustre aridez de espíritu. Requerimiento a la presencia olvidada de los poetas, amantes por siempre, reincidentes que aún le cantan y le ofrendan en su lenguaje, el más íntimo homenaje a la aldea que agresiva les pospone, les ignora y sucumbe en la mezquindad de sus hombres y sus olvidos. Traición, blasfemia, soledad, apelativos que moldean el cuerpo del poema y exorcizan la angustia y la nostalgia que solo dejan un resquicio a la esperanza, al sueño de un futuro, al infinito amor que roza el sol con sus rayos en esta ciudad históricamente odiada y pospuesta. Por eso encontramos declaraciones del gran amor humano que trasciende y eleva al individuo a niveles inimaginables, a esa inmanencia de ser el universo. A ese convencimiento de la vida temporal y fugaz, a pesar del amor, frente a ese dios desafecto y egoísta que moldea el destino y nos obliga a la conciencia de la pequeñez del ser ante sus implacables designios. Un amor que se reinventa y se explica en los aromas míticos, en los aderezos de las flores, los colores de la ciudad, quizás como pretexto de permanencia más allá de las despedidas terrenales. El amor en todas sus experiencias, la madre, la mujer, los hijos, los amigos, es quizás a través del poema la única justificación para permanecer y conciliar con el absurdo del desdén de los otros y de la muerte, la muerte absurda, la muerte siempre.

Este nuevo libro retoma en sus páginas el viejo tema de la lucha por la justicia social, por la reinvención del ser humano en los escenarios de la libertad. Inevitable establecer comparación con uno de sus primeros libros: La locura crece como el amor. Inevitable también recordar, desdeñándolos en el fangoso anonimato, a quienes abortaron su publicación en décadas pasadas: "soldados de la revolución", jefes culturales del "proceso" de entonces, arrebatos miserables, aldeanos que impidieron el libre acceso del texto a los lectores, en nombre de esa libertad que proclamaban y castraban. Fue este el libro del joven poeta, extendido en el radical compromiso moral con la lucha asumida por los valores de una nueva sociedad, reclamo utópico que moldea el futuro necesario para la ciudad que tanto le lacera, palabra que proclama el inevitable desenlace. Sin concesiones al cursi y simulado compromiso de los falsos héroes, va invocando la participación en el espacio de la dicotomía amor-desamor, poesía-injusticia, vida-opresión. En Bártulos de oficio, el poeta reafirma sus convicciones y la defensa de los valores ya proclamados en el pasado. Pero ahora no sólo se desmarca ante los hipócritas de la miserable historia. También es implacable a la hora de rasgar sus máscaras a través de la ironía, ridiculizar las posturas acomodaticias y el comercio con los sueños lapidados en la agonía del nuevo siglo, disfrazado de redención y abyecto de gloria inmerecida.

En fin, un libro para seguir amando y odiando la ciudad que nos cobija, la ciudad presente en otras ciudades, las mujeres desdobladas en las otras mujeres, de diferentes calles, de diferentes climas. Un libro para reivindicar el amor y la esperanza en un futuro de nuevos hombres y nuevos amaneceres.

Ebrahim Faría Reyes

 


Antología



ESA MUJER



Esa mujer, la que todas las mañanas me despierta con el roce de su cuerpo,
la que me silencia meticulosamente con el tibio estado de su cuerpo,
la que susurra repentinos sueños, trágicos olvidos, olvida su cuerpo,
esa que estoicamente me dialoga la historia de su estado de vigilia
abunda en anécdotas y tránsitos inusitados por muchos horizontes,
la que una vez fue causa y redención de mis deseos de vivir.
Esa mujer, a quien aprendí a identificar a ubicarla en mi corazón
por la intensidad fluctuante, el color indefinido en el pardo de sus ojos;
por la sonoridad inagotable de sus palabras, sucumbir cualquier rutina;
por las marcas de su olor, esa inmanencia de ser el universo;
porque iinventa cada noche una traición al estandarte de la muerte, 
porque me enseñó a interpretar la mentira de los dioses.
Esa mujer es mi compañera,

con quien aprenderé a desvanecerme de la vida.




NUEVA DECLARACIÓN



Todas las mañanas, por mi casa,
pasa una muchacha, siempre pasa íngrima y sonora
por el frente donde en mi casa espero para verla,
deja su fragancia muy temprano y enloquezco.

¿Será de jazmín? ¿Lavándula, gardenia? ¿Será de azucena?

¿Será de nardo o quizás una esencia de su piel?

¿El remanente de sus sueños?

Podría ser el deseo de su cuerpo o el roce de sol en su cabello.
O simplemente el desamparo, el adiós inevitable.
Cada amanecer, siempre apenas cuando sale el sol
y la mañana es una ruta de esperanza,
por todo el frente de mi casa, sin que pueda reordenar su itinerario,
dejándose ver como brotada de la lejanía
pasa una muchacha, deja caer el horizonte

mientras su perfume me recuerda el abandono en el brillo de sus ojos.


Todos los días, al amanecer, cuando pasa por mi casa una muchacha

y me envuelve en su tristeza, siento un infinito amor por mi mujer.





BÁRTULOS DE OFICIO

 

Debo decir que mi oficio fundamental es vivir
y por defecto, amar y tratar de ser feliz,
aunque muchas veces tengamos que enfrentar
los itinerarios forzosos del cualquier destino.
Nací en una ciudad que nunca ha escuchado mis cantos,
y sin embargo suelo hablarle como a una amante clandestina.
Me declaro libre de persecuciones
sin importarme cuán agudo puede ser el asecho de ciertos congéneres.
No busco que mis versos sean aclamados
aunque a veces me ruboriza la intrascendencia que construyo.
Mi más ferviente deseo es vivir hasta la muerte
al lado de la mujer que siempre he amado.
Paso por simple cada vez que leo un poema de amor
o veo una película y lloro sin darme cuenta de que soy humano.
Verifico constantemente mis cuentas
para tratar de saldar cualquier deuda que se derive de mi existencia.
 
Creo en Dios porque la ciencia, al igual que los políticos
los traidores y los asesinos,
no comprenden que llorar es parte de la fortaleza humana.
Detesto cualquier cliché que lleve el nombre
de capitalismo salvaje, liberalismo o socialismo del siglo XXI.
Me aterran los caudillos de derecha y de izquierda
porque Hitler, Stalin, Mao, Mussolini y Fidel
son suficientes para la historia.
Amo la música que no me desazone el alma,
la pintura en el color de sus personajes
y el cine lo dejo a quienes se conformen
con atrapar la realidad en una imagen.
Amo profundamente a cada amigo que he tenido
aunque el verbo amar muchas veces sea un verbo intransitivo.
Me alegra el sol que vivo diariamente bajo los árboles
y me deprime la lluvia que hace triste la ciudad.
Escribo para decirle al mundo y recordarle
que soy un ciudadano que nunca está tranquilo con el silencio.
Me hice hijo y hermano por decisión del amor que da el pasado
y un día me convertí en esposo y padre para profundizar el porvenir.
Creo en la gente, me gustan los recuerdos, celebro cada día
aunque a veces es mejor dejar que el tiempo
construya libremente un expediente
en donde esté mi nombre esperando una partida llena de esperanzas.
En definitiva y desde ahora que veo con la claridad de la tristeza                          oficio el estandarte de tener una existencia para ser compartida.


 



No hay comentarios:

Publicar un comentario