jueves, 24 de diciembre de 2009

Tríptico Rotativo
Memoria sincrética
Ángel Madriz

“Quizá el espíritu de cada uno
realiza aceleradamente el proceso espiritual
de la humanidad.”
Ernesto Sábato, Heterodoxia





I

LUZ de ayer. Universidad de hoy.
Hubo una época en que nuestra universidad –creo que un cuarto de siglo atrás, quizás más, ya no lo sé- era una institución cuya identidad estaba centrada en su Fortaleza comunitaria. Más que un espacio de intereses compartidos, era el sitial del interés colectivo, el alma mater, La Universidad del Zulia. No sé cuándo se convirtió, creo que gracias a cierta concepción “rigurosa” de lo Académico, o al advenimiento de un nuevo orden axiomático centrado en la tecnocracia, en la Universidad del Zulia. Ayer, recuerdo, poetas, pintores, dramaturgos, ensayistas, narradores, profesores, estudiantes, empleados, obreros, maracuchos y conciudadanos también extraterritoriales, celebraban su amor por L.U.Z. Nos sentíamos partes de un techo universal en donde se celebraba la creación: fue la esplendorosa existencia del Centro de Artes Gráficas, del apogeo de Danzasluz, de la presentación incansable de Teluz y del Chímpete Chámpata y del referencial premio Arte y Letras. El grupo Guillo surgió desde los pasillos y oficinas de la Dirección de Cultura, en donde el furor del arte inundaba cada segundo y hoy, sus muñecas, son rivales de nuestra memoria, al tiempo en que su revista y sus libros nos acompañan físicamente porque conforman una parte significativa de nuestro cuerpo cultural. Romeo y Julieta sedujeron, desde el Galpón, a universitarios y extraños, dándole paso, desde los pasillos y aledaños en todas sus facultades, a Los ángeles terribles, Profundo y La matraca, permitiéndonos un fructífero reposo para aquilatarse con el Cine Club de Luis Buñuel, Carlos Saura, Eisenstein y su insustituible Chaplin. La revista de la Universidad, La revista de la Dirección de Cultura y el Pez fumón salían sin agotamientos periódicos y con la riqueza de una institución que brindaba el producto de su gente sin esperar puntuaciones, reconocimientos o avales, ni mucho menos el premio por haber aplicado a. Profesores, estudiantes, empleados y obreros. Simplemente eso y teníamos la legitimidad de una institución que sabía de su gente. El origen de aquella fortaleza institucional estaba en cada uno de sus integrantes. LUZ era una comunidad en la que trascendía el interés por hacer de ella la síntesis y universalización de nuestra diversidad. ¡Ah!, y elecciones venían –siempre s su tiempo- para incorporarnos a la alternabilidad como expresión del deseo de continuar lo iniciado. Recuerdo algunas de ellas en las que la diferencia era de 5 - 4 – 3 ó apenas mínimos votos. La universidad seguía, sin embargo, aunque los lamentos se maceraran en los lujosos estancos de la solidaridad que era el rival. Así el poder era asumido y dejado como parte de la cotidianidad y estado circunstancial, práctica de una retórica academicista. La excelencia académica nunca fue defendida como el eslogan de lo que debía ser, de lo que se hacía todos los días, de lo que mostrábamos al mundo. Confróntese las experiencias de muchos de nuestros profesores en el exterior, de nuestros hallazgos en salud, en el agro, en ciencias o en el tan reconocido arte y humanidades. De estos intercambios se aprendió el discurso del arbitraje y se asumieron sus ítems. Investigador debía ser también cualquier docente y por lo tanto ser magister, doctor o sabio, según fuera el título de posgrado obtenido. La academia resultó entonces la palabra preferida por los elegidos. El poder comenzó a ser un asunto de ejercicio político, calistenia para llegar a la cumbre de la elite, conductora primero, administrativa después hoy: universidad, región y país, en su respectivo orden o desorden. La imagen o identidad corporativa trajo sus necesidades de Fortaleza Mediática a las universidades. Cómo se vende una autoridad o cómo hacemos para ser presidente de cualquier parauniversitario fue la traducción del libro de Joe McGinniss que más transferencias tuvo entre académicos de todos los colores y lenguajes. Comenzaba el deleite de la representatividad, del ejercicio del poder como símbolo de estatus delegado en parafernalias representativas: chofer que lleva-trae y cuida de las últimas modas al tiempo que ejercita sus aspiraciones de guardaespaldas; celulares, trajes y uno que otro adminículo para cumplir bien el oficio incluidos. Y mientras, el arbitraje, las credenciales, los doctorados, las credenciales, las aplicaciones, las credenciales, el Conaba, el PPI, la Indización, los nuevos paradigmas, la transdisciplinariedad –inter y multi fueron superados en el mundo de los “pares”- en fin, la carrera por el ascenso dentro de la corporación. Y tenemos nuestra Universidad, la que sigue soñando, la que sigue amando, la que sigue creyendo en la multiplicidad humana y social, la que aún se escribe con mayúscula, La Universidad del Zulia como supimos diferenciarla entre los recintos de la solidaridad, el desprendimiento, la amistad, el estudio, la libertad; valores que definen el sol eterno de quien ha aprendido que ser humano es una condición, un estado que se gana diariamente.


II

Marabino vos. Maracucho yo.
Maracaibo ha sido siempre para mí un lugar extraño. Nunca me he explicado, a pesar de las muchas informaciones que he podido recabar, por qué sigue siendo una ciudad de sequías insuperables, teniendo en cuenta que forma parte de una de las coyunturas hidrológicas –el lago, ese estuario de porquería que una vez nos guio como cuenca que era, y que hoy derrite nuestra paciencia- más importantes del mundo. Ya el imaginario popular considera la región como una referencia de las más clásicas y típicas paradojas universales. Es más, para nada le resulta extraño las anécdotas de totumas como adminículo de aseo, y sueña con adentrarse un día en las aguas rescatadas de su patio lacustre, claro está, respetando la señalización que le indicará la ruta que seguirá esa vía subterránea que con tanta vehemencia nos prometiera el Presidente -¿actual o anterior?, ya no lo recuerdo- que él nombró como “Vía alterna al Puente sobre el Lago de Maracaibo”. Dentro de sus 12.870 kilómetros cuadrados, este gran saco acuífero le da cabida a 135 ríos que le depositan sin permiso algunos 1.900.000 litros por segundo de agua y mientras tanto, somos impulsados a racionar el líquido vital que muchas veces no vemos hasta por semanas. Como si la lógica elemental hubiera hecho de nosotros gente que vive con agua a pesar de no contarla como suministro de una ciudadanía universal libre y soberana. A pesar de los titulares locales, regionales y nacionales que periódicamente dejan caer sus babas retóricas sobre la red de distribución que olvidan al sentir el fluido insurgente de sus depósitos residenciales. He pesando siempre que el ser maracucho tiene que ver con esta condición de aridez intensa. Desde la guajira hasta Casigua, El Chivo, Bobure y Bachaquero, sin olvidar Machiques, Cabimas y Santa Bárbara, la ruta de calor insoportable es mínima ante las necesidades de una región que siempre ha tenido que conformarse con agua potable dos veces por semana en el mejor de los casos. Y promesas van junto con palabras y proyectos que hoy son el expediente de la mentira, el fiasco, la doblez, el oportunismo y la traición. Pero bien, cada final de año, entre gaitas, vallenatos y reguetón mirando hacia el altar de la virgen que todos invocan locos de furor, tenemos, religiosamente, luces que encender en toda una sección de ciudad que se conforma con pasar la página del abandono, para reírse de sus despojos una vez al año los días, en una especie de comedia buffa, en la que se canta la desgracia para separarse del drama cotidiano, de la histeria que más de cincuenta años –entre blancos, verdes, amarillos y rojos- ininterrumpidos de desidia oficial – alternativa prendida sobre la “alegría” de esta pequeña nación llamada Maracaibo nos venden como ciudadanos alegres y pacientes: aquelarre de la regionalidad, diríamos honestamente. Y así, vista esa regionalidad adormecedora y ponsoñosa, no puedo dejar de mencionar los nuevos rostros del circo en el que hemos devenido, con luces y efectos nuevos incorporados, pretendiendo con ello remedar la personalidad cosmopolita de las grandes ciudades, aunque tengamos que deglutir caricaturas forzosas de decadentes remembranzas universales. Entre remedos de nuestro emputrecido puente sobre el lago o nuestras ruinosas y miserables casas del Saladillo nos tropezamos con parodias acuñadas de la Torre Eifflel, la Catedral de Notre Dame o el Tal Mahal, sin mencionar el nuevo código citadino que nos registra el Corredor vial tal, el Centro mal cual, el Boulevard fulano, la Villa mengana, el Troncal de allá, mientras todos caemos derrotados por la desvergüenza de quienes tan sólo se preocupan, desde el gobierno local, regional o nacional –desde el CLEZ, las Alcaldías y el Palacio de los Cóndores, hasta la AN, el Tribunal Supremo (con nuestros profesores y rectores incluidos), dentro de los pasillos de Miraflores- en fabricar las grandes fortunas que los identifica, hoy en el argot de nuevo cuño, como los marabinos de nueva prosapia. A mí, como sabiamente solía decirlo mi abuelo Adán, déjenme maracucho, que con ello no dejaré de ser cañadero de Maracaibo. Y a mucha honra. Maracucho de la calle El Milagro, la placita de la Basílica, la urbanización Pomona, de la avenida Bellavista y del Mercado Principal, que una o dos veces por año actualiza sus paseos por la Panamericana vía rutas del sur. A mucha honra y con el sol por delante.






III


Oligarquía de la IV. Burguesía de la V.
Puedo recordar el ánimo que me embargaba durante la década de los ochenta y los noventa del siglo pasado. Ante un país en el que los gobiernos de turno habían dilapidado ingentes cifras de dólares prevenientes del petróleo y de otros ingresos, sin poder haber solucionado definitivamente los problemas básicos de educación, salud, vivienda y seguridad, llegamos a pensar que la única salida real que acabara con la irresponsabilidad de un estado acaparado por la ineficiencia, la corrupción y el despotismo, estaba en la posibilidad indeseada de una clase que, desde cualquier resquicio del poder alternativo pudiera irrumpir para fulminar, de cualquier manera, la hegemonía bipartidista que no daba tregua a las aspiraciones de la gran mayoría nacional. Llegamos a temer que incluso una especie de onda política de derecha extrema, alimentada por una moral pragmática y fundamentalista llegaría y detonaría la existencia de un estado que, en nombre de la democracia había construido un imperio de complicidades políticas y económicas para dominarlo todo, dándole paso a una era de profundas represiones y confrontaciones nacionales. Dando paso a un nuevo período donde el miedo pudiera ser vencido por los potenciales de amor por la libertad. Sin embargo, olvidábamos que al lado de este traje hecho a la medida por los gobernantes, la participación de muchos iguales a nosotros, introducían controles múltiples, a través de leyes y organizaciones, con los que alternamente se fue construyendo esa institucionalidad que permitía la dialéctica de la confrontación en un país que por mucho tiempo había conjurado la tara de la subversión como vehículo de expresión disidente. Fue quizás esta disyunción social lo que redimensionó la actitud militarista del desconocido teniente coronel Hugo Chávez el cuatro de febrero de 1992. Siete años después, indultado por un presidente fraguado en las flamas de una Venezuela civilista, el oscuro militar se convierte en presidente. Creo recordar que una compañera profesora, venezolana por ensoñación, exiliada de esos sitios que en el cono sur americano se llenaron de uniformes-condecoraciones-discursos patrioteros con los que ultrajaron la transparencia de unos sueños de grandeza que oteaban el horizonte y se instalaban en el futuro del desarrollo vertiginoso, ella, con el miedo instalado en sus evocaciones me hizo tragar grueso cuando ilustró magistralmente acerca de la medianía intelectual y humanista que tristemente ha caracterizado históricamente a nuestros militares. Deseaba, en lo más profundo, no ser parte de ese país que celebraba, resentido, el “por ahora” de un posible nuevo orden a la vuelta de la esquina, y que súbitamente se transformó, con todo el sentido revanchista del fracasado delirante, en el emblema de quienes jamás habían creído en el trabajo creador, el respeto, el libre pensamiento, como los grandes valores que siempre habían sido enarbolados como muestra de la solidez institucional. Comencé entonces a dudar en la gallardía de sus dirigentes, en la consecuencia de sus políticos. en la sinceridad de sus luchadores sociales. Hoy, diez años después, quebrada la Cuarta República, desprestigiado el Pacto de Punto Fijo, enterrada su constitución de 1961, vilipendiada su clase política e identificando como enemigo a todo aquel que se mueve en el ámbito múltiple de la disensión, se maneja el modelo socialista que en Europa, Asia y en otros sectores continentales de nuestro planeta, es simple carroña ideológica, jeringoza semántica o sueño matabobos que marca la desdicha de una época oprobiosa en donde se construyeron las grandes mafias que hoy se pasean, rampantes y escenificando el boato de sus adquisiciones como una sonrisa sobre las muecas de los grandes desposeídos que se fundieron en sus territorios. Quizás Trosky, Scenin, Pasternak y Solzhenitsyn y los afamados Gulaps de Stalin, sea apenas recuerdos de una pesadilla que logra sus pares en las masacres producidas por la revolución cultural de Mao y en los fusilamientos de Fidel. Nunca una sociedad había deseado tanto que la palabra fuera secundada por la acción. Igualdad, justicia social, libertad, fueron gritos lanzados al espacio junto con los gallineros verticales, los cultivos organopónicos, las cooperativas y el socialismo del siglo XXI, como el impulso de un estado que daba el poder a las masas, le planificaba sus sueños con salario mínimo, dosificaba las divisas para los oligarcas y controlaba las ondas hertzianas de los comunicadores golpista. El pensamiento revolucionario asumió la bandera de todos los poderes, pagados muy bien con los dólares del imperio y se desparramaron sobre la geografía la igualdad de todos los camaradas: grandes camionetas, confortabilísimas residencias, jugosas labores, glamorosas indumentarias, cosmopolitas itinerarios, sustanciales negocios, bancos, importaciones, empresas múltiples…novecientos cincuenta mil millones de dólares levantando la debacle de una cúpula en donde parlamentarios, magistrados, rectores electorales, ministros, gobernadores, fiscales, generales, policías y los heraldos todos de esta revolución encontraron el espacio para maldecir la apátrida, golpista, contrarrevolucionaria y entreguista actitud de la Cuarta República. Hoy, después de consumir los sirios que han ven ido alumbrando el festín de los burgueses venezolanos de la V Repúblicas recuerdo que el poder nunca se lleva en las manos, jamás se ejecuta con la razón, se disfruta con el alma, se siente en el corazón, y éste, deja de latir un día sin dar oportunidades, muchas veces, de recoger las lágrimas del arrepentimiento

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