martes, 4 de enero de 2011

Poemas tomados del libro inédito Bártulos de oficio,
de Ángel Madriz




SI YO FUERA SOCIALISTA
s XXI

Si yo fuera un día, así de pronto,
no sé, sin darme cuenta,
como quien quiere y no quiere
fuera yo, repentinamente,
un día, sin que nadie lo esperara,
un 26 de julio como aquel día
que terminó, inesperadamente
en un enero antes de nuestra historia,
me hiciera yo, digo, pensando
tras bastidores en construir las muerte,
con paredón orgullo en la memoria,
digo si pudiera liquidar toda duda metódica
y al iniciarse una comarca
una posibilidad de tantas en mi ciudad
fuera yo Socialista s XXI
-patentado claro está en s XX,
con toda su orgullosa estirpe
de anacoretas en malls, satélites
con plataformas de teclados en los bolsillos-,
y así plenamente socialista s XXI
convencidamente socialista s XXI
fuera yo y lo celebrara para todos
y lo impusiera para todos
con la fortaleza de los soles de octubre
con el valor de los pobres de octubre
con la decisión de los soldados de octubre
que simplemente salieron a matar gentes
a soñar la revolución de octubre
a sufrir la revolución de octubre
en un octubre definitivamente refrigerado,
y en julio, como en octubre,
habían cultivado una flor de muerte,
socialista y todo para el porvenir.
Diría yo, entonces, como socialista s XX
y por lo tanto orgulloso de patria o muerte
camarada, compañero, proletario,
que estuvo bien que extermináramos
al enemigo burgués, apátrida capitalista,
imperialista desgraciado, maldito reaccionario
y escondiéramos toda posibilidad para llorar.
Y con un saludo entonces al compañero,
al líder supremo, al sumo general, comandante presidente,
le regalara una lágrima sonora yo,
socialista s XXI hasta la pata,
le devolviera un corazón amplio y sumiso,
rojo de sangre y de socialista universal,
siendo socialista real no hay otra forma
aunque con todo y s XX es un recuerdo,
y viniera y le dijera que se justifica
aniquilar cualquier disenso
aunque tenga rostro de niño,
palabra de mujer, ojos de madre,
aunque tengan que arrastrarse
después de muertos para ver la aurora.
Y aceptara yo, socialista ya hasta la cacha,
que todo fue para construir al hombre nuevo,
que todo por la cultura, como diría el Zedón aquel
mientras naves y sueños cruzaban
las infatigables dimensiones del espacio.
Si al salir el sol un día de abril,
a mi edad de siempre inclaudicable
fuera yo un socialista ya no importa
si es s XX porque es en carne y hueso
de amor intenso y de saludo a la bandera,
de esos que cantan los himnos sin cerrar el alma,
y así, le gritara a todos con mi nostalgia de amante
con toda mi esperanza de elegir encrucijadas
que “patria o muerte camarada”,
que “socialismo o muerte camarada”,
y a lo lejos, allí donde solo hay cabida para la alegría
un aparejo de retóricas nos mareara la razón
y decidiéramos enjaular el alma
apaciguar los huracanes de la memoria
para amoldar la furia de amar
a la tranquilidad del pensamiento domeñado,
si fuera así, yo, socialista s XXI,
tendría una justificación para arrasar
con la miserable historia que recuerdo.

NOSTALGIA

Estoy aquí pensando en la esperanza
y me preocupa que no estéis vos,
que la ciudad sea un cúmulo de oscuridad
una salida a las aguas vertidas de la soledad,
que cada mujer, como vos, simple y rauda
para mostrar las huellas de muchas historias,
sea de repente un despojo ante la tristeza de la lluvia.
Estoy aquí sintiendo que ella y la esperanza
se hayan definido como contrincantes
de la traición que es sitio de esta ciudad, al mediodía.
Te espero sin embargo, espero simplemente
que liquidéis cualquier síntoma de occidental regionalismo,
cualquier blasfemia, falsa redención que en esta ciudad
suele significar el color múltiple de la desidia.







NUEVA DECLARACIÓN


Todas las mañanas, por mi casa,
pasa una muchacha, siempre pasa íngrima y sonora
por el frente donde en mi casa espero para verla,
deja su fragancia muy temprano y enloquezco.
¿Será de jazmín? ¿Lavándula, gardenia? ¿Será de azucena?
¿Será de nardo o quizás una esencia de su piel?
¿El remanente de sus sueños?
Podría ser el deseo de su cuerpo o el roce de sol en su cabello.
O simplemente el desamparo, el adiós inevitable.
Cada amanecer, siempre apenas cuando sale el sol
y la mañana es una ruta de esperanza,
por todo el frente de mi casa, sin que pueda reordenar su itinerario,
dejándose ver como brotada de la lejanía
pasa una muchacha, deja caer el horizonte
mientras su perfume me recuerda el abandono en el brillo de sus ojos.
Todos los días, al amanecer, cuando pasa por mi casa una muchacha
y me envuelve en su tristeza, siento un infinito amor por mi mujer.

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