lunes, 10 de agosto de 2009

Para buscar mis memorias
El amor como la muerte

"La muerte no nos roba los seres amados.
Al contrario, nos los guarda y nos los inmortaliza
en el recuerdo. La vida sí que nos los
roba muchas veces y definitivamente."
François Mauriac



El amor y la muerte son los temas originales de la poesía cuando ésta se identifica con el ser de quien la hace posible. Quizás más allá del acto infinito poético – como nos lo dijo Heidegger-, en su condición estético escritural, es decir, en su forma inconfundible de expresión comunicadora articulada, vale la pena decir en su definitiva presentación significadora que es el poema, puede que la poesía sea la revelación inconfundible del espíritu humano. Su representación concreta. La definición de los múltiples misterios que lo conmueven y aceleran en la ruta de su existencia. Así entonces la música, la pintura y otras formas de elaborar el discurso del hombre en su compleja relación con el universo le dan paso a la poesía, porque logra ella descifrar los arcanos inconfundibles de su origen y, en un mágico don de creación, le muestran el espacio último para lograr su redención. Ya el oficio de poeta entonces se confunde con la labor sencilla que es el acto de vivir, amar y morir. Un canto al alma de la transitoriedad, Un lamento al apego de la eternidad.
El amor, como nos lo dice Eric From, es a la vez un estado de placer y una posibilidad de sufrimiento. Gozo y dolor. Vida y muerte. Amamos y somos felices en los brazos del ser amado, en los profundos y cálidos labios de un alguien codiciado, sobre el cuerpo desnudo de la posesión ansiada. Vida acelerada. A la vuelta de la razón, el dolor de la ruptura. La desolación en la partida que es ausencia. La desesperación ante el adiós por la pérdida. Muerte que no permite resurrección. Todo acto de amar, entonces, es una condición dual que no se reconcilian. Amamos con dolor para morir sin llanto y dejar que sea eterna la felicidad de vivir.
Poemas para buscar mis memorias, de Esmirna Párraga, es para quien lo lee un libro a través del cual se desliza una franca conversación con la intimidad de la ruptura amorosa. Mujer que no oculta, mediante la confesión que la palabra poética le permite, lo que es, para quien ha amado y vivido amando, la separación, la ausencia y el olvido. Tras un recorrido de versos en donde el recuerdo es un instrumento para inventariar vivencias, legitimar la necesidad de inventar una nueva forma vivir en donde la tristeza pueda ser envuelta en el pasado, consumir el vacío de ser una sin la historia de siempre, separar resentimientos y dejar nítidas las esencias naturales que se requieren para no morir súbitamente. Porque aunque cada poema es un diálogo con el amor de morir, surge, entre cada poema un espacio en donde la palabra se convierte repentinamente en inicio de la historia que es, a su vez, un nuevo cuerpo para la búsqueda de nuevas historias, porque morir en el amor, es nacer para volver amar..
El libro es palabra que equilibra la desesperación de la nada y al mismo tiempo es color, línea: cuerpos sumergidos en una danza enloquecedora de la cual salen purificados. Renacimiento que apacigua el inventario de la soledad. El cuerpo entonces, es persistencia de la nada y la memoria lo convierte en justificación para iniciar la muerte en el amor. De allí que exista a lo largo del libro una especie de resentimiento, que condena la historia corporal por ser ésta incapaz de mantenerse vigente en la pasión de amar y convierta todas las vivencias en pasado, oscuridad, olvido.
Para buscar mis memorias es el cuarto libro de la Colección Cal y Agua, publicado por EDILUZ, con ilustraciones de la autora.

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